CARTA A DUCHAMP
Respetado señor Duchamp.
Ayer visité un Salón de Artistas Nacionales y algo extraño sucedió.
Después de recorrer el inmenso recinto, y cuando aún me faltaba la mitad de las obras por ver, me detuve frente a una montaña de tierra puesta allí con la intención de crear una compleja interacción intelectual y emocional con los espectadores de la obra.
Confieso que di tres vueltas en torno a ella para no perder ningún detalle, y siempre retorné al mismo punto tomando como referencia la tapa de alcantarilla que estaba en el piso del inmenso salón.
Un leve empujón y una voz me sacaron del estado de concentración en el que me hallaba.
-Señor, muévase de ahí.
-¿Por qué? -Pregunté al guía encargado de las visitas grupales del evento.
-¡Está usted parado sobre una de las obras del salón!.
-¿Se refiere a la tapa de alcantarilla?
-Si señor. Por favor hágase a un lado.
Ayer visité un Salón de Artistas Nacionales y algo extraño sucedió.
Después de recorrer el inmenso recinto, y cuando aún me faltaba la mitad de las obras por ver, me detuve frente a una montaña de tierra puesta allí con la intención de crear una compleja interacción intelectual y emocional con los espectadores de la obra.
Confieso que di tres vueltas en torno a ella para no perder ningún detalle, y siempre retorné al mismo punto tomando como referencia la tapa de alcantarilla que estaba en el piso del inmenso salón.
Un leve empujón y una voz me sacaron del estado de concentración en el que me hallaba.
-Señor, muévase de ahí.
-¿Por qué? -Pregunté al guía encargado de las visitas grupales del evento.
-¡Está usted parado sobre una de las obras del salón!.
-¿Se refiere a la tapa de alcantarilla?
-Si señor. Por favor hágase a un lado.
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