Dienstag, 19. Juli 2011

Estaba allí -



Estaba allí, sentada, envuelta en sí misma. El tiempo pasa, solo queda ese gato que arrulla a su lado, algún que otro suspiro que nace cuando se pone a pensar en el pasado; solo escucha su risa, de vez en cuando el teléfono que suena esporádicamente, con la pregunta: estás bien mamá? o, que haces? ¡Como ha pasado el tiempo!; revisa sus arrugas de vez en cuando delante de un espejo y se pone de enfado cuando escucha esa voz dulce, inquieta, que la saca de sí para decirle: abuelita vienes a jugar? El día es siempre igual, alguna amiga que ver, un cuadro que mirar y de vez en cuando coge las maletas y se va a descubrir lo que no ha descubierto para perderse en un museo; otras viaja sin saber a dónde, buscando el recuerdo, atrapando otros momentos, pero vivir por ver la belleza que nace de unos colores; otras,dentro de sí, se dice ¡en mi se perdieron tantas cosas!; otras escucha la voz de quien amó, que le dice, ¡tu no debías morirte!. Pero el recuerdo la invade, y debajo de sus gafas oscuras nace una lagrima, porque sigue enamorada de los días grises, lluviosos. Otras camina por la orilla del mar con los pies descalzos; otras de buscar talento, a veces se dice tengo ganas de estudiar, algunas, el tiempo se hace insoportable. Al fin aprendió a tejer, y se lee un libro en dos días, cuida su jardín, dos días a las semanas se pierde en la campo de golf , con su palo queriendo descargar toda la rabia detrás de una pelota; una hora de bicicleta al día, para mantenerse en forma, aunque sus problemas de huesos aumentan cada vez mas. En la semana hay días que la envuelven los nietos, llenan de risas la casa, desordenan todo, y ella disfruta de ese momentos, para luego sentirse enfadada consigo.
Cuando se quedó sola, se dijo que viviría; pero era tarde para vivir, porque ya se había hecho mayor. Le dijo a su cuerpo que no volvería amar; pero hacia tanto tiempo que lo había dejado de hacer, se dijo tantas cosas, enterró con el amor todo, hasta los poemas escritos, el verso roto que nació del dolor, se había quedado sola. Los hijos crecidos entre su propia familia, escuchando como se decidía de su vida, hasta que dijo enérgicamente: ¡yo quiero decidir!. Lo que todo el mundo esperaba; siempre fue la jefa, su esposo siempre dijo a todo SI, y cuando salía un NO callaban, porque algo pasaba. Ella había aprendido con la vida a amar la soledad. De dos amores que compartió, cuando amó de verdad, la familia le negó la vida, el tiempo, la edad, el momento y decir que quería vivir. Siguió la monotonía, la familia, la casa, el trabajo, y se refugió en el arte; colecciona aún cuadros, ayuda a artistas. Viajar era su refugio, y nadie entendió como siempre andaba entre aviones, trenes, ciudades, se sintió como descubridora de viejos y nuevos mundos; así mató el amor, aprendió a amar otras cosas, viejos edificios. La música era su refugio, así como aprendió a no perderse un festival de música clásica; lloraba escuchando a Verdi, Mozart, o simplemente un viejo bolero, como el son que a veces escucho de nana de su madre; como pasaba el tiempo, esta tarde estaba envuelta en su manta sentada delante de la ventana, pensando el aquel amor, el amor completo que conoció de casada, pero que no pudo amar a plenitud porque era pecado; cuando ella nunca le importo el pecado, siempre vivió a su manera, sigue haciéndolo con sus canas y arrugas, de vez en cuando escucha a sus hijos; ¡madre que ya eres muy mayor!; en esos momentos calla para no herir, acepta que ya llego la maldita vejez pero no deja que sus hijas la traten como una nena.


El tiempo hace mellas, pensó; suspiro de nuevo , sintió como la caricia que atrapaba la derrochaba en su gato, y miraba fijamente la foto , aquella foto amarilla que tenía en sus manos, mientras se preguntaba: ¿si pudiera nacer otra vez? Recordando unos viejos versos de Borges, -incluso los recito a solas-, de pronto se dio cuenta que estaba hablando otra vez a solas con ella misma, llamando a quien amó y amaría siempre. Despertando de sus pensamientos, llamo a la soledad que adoraba, cambio la postura, miró la taza fría de té que se había servido horas antes, tomó sus agujas y se puso a tejer, como si tejiera la vida, las medias prometidas a su nieta, mientras con la mirada perdida dejaba a sus manos trabajar, buscando más allá el pasado que no había podido atrapar . aquellla tarde de invierno.
Así quedo, así la dejo, para seguir escribiendo, quien sabe un día de estos como termina esta vida, y si por casualidad te sientes en ella mencionada, perdona amiga, pero a veces así terminan nuestros días.

  Por Ada María de Boer



Keine Kommentare:

Kommentar veröffentlichen